Cuando salimos del agua en lo único en que pensaba era en alcanzar el cuchillo de luz, ese hermoso pedazo de cielo que se cayó desde lo profundo del lago de mi amor, con mil y un cristales rotos y por todos lados ciego, como en los primeros viajes, como los primeros amantes desolados, como los antiguos olores a desesperaciones fructíferas. Desde lo profundo muchas verdades del cuchillo se dejan mostrar, vidrio o realidad, metal o charlatanería.
Cuando regresamos al agua ya no supe en que pensar, era el cuchillo de luz el único que me supo enamorar, y, ahora, lo había perdido, y, ahora, tengo yo miles de nidos en los oídos, y, ahora, he violado a la luna, pues siempre observo sus lamentos amarillos.
Cuando nos volvimos a sumergir y por fin caminé sin flotar, pensé en una sola cosa, en el cuchillo de luz y los canarios recién nacidos en mis tímpanos, carnosidades diciendo Pio-PIO...