martes, 13 de julio de 2010

Frase Lucas




«Para mí, la improvisación en todos sus medio expresivos, es confrontar una obra contra nuestra alma, intentando alcanzar la perfección estética de ambas»  


Lucas Luján


jueves, 8 de julio de 2010

Crítica de “El castillo (Franz Kafka)”




Si bien se puede ver, “El catillo”, es una clásica obra kantiana, reconoce a la perfección la embrutecedora prosa que denota su autor en el ámbito de la novela. Una obra interpretada en muchas ocasiones como una paradoja social, revelando el absurdo que se vive en el mudo moderno, escaso ya de valores y encarcelando por su propia voluntad al espíritu humano. K., el personaje protagonista, se desenvuelve dentro de ese mundo satirizado en una hipérbola existencial: Una noche llega a un misterioso pueblo a ejercer el trabajo de agrimensor, el cual no se requiere en ese lugar. Esta circunstancia provoca que K. desee desentrañar la razón de su contrato, y conocer a los altos mandos que lo dirigen desde arriba, en el castillo que gobierna el pueblo; entrevistarse con esos seres que a veces se sospechan inexistentes para así saber la razón exacta de su estadía ahí. Sin embargo, como en una gran empresa, nunca se sabe para quién se trabaja y K. se ve expuesto como un subordinado inconforme el cual, por más que solicite e insista una entrevista con sus jefes, jamás logra conocerlos. Llegando hasta el punto en que, un día caminando, decidido de llegar al castillo, este parece alejarse con cada paso que da. Kafka refleja una realidad oscura y siniestra a través de una historia contundente, dándole a la novela un toque pre-surrealista que años después, muchos otros poetas y pensadores adoptaron como punto de partida para sus propias obras. Kafka nunca concluyó esta novela, debido a eso, no tiene un final claro. Yo creo que no necesita de un final, es más, el final para esa genialidad no existe. Un libro fascinante, extraño y en exceso reflexivo, un clásico de la literatura universal. Recomendable para todos.       



Lucas Luján
  

miércoles, 9 de junio de 2010

Crítica de “El innombrable (Samuel Beckett)”




Si se pudiera comenzar por algún lado la descripción de este libro, hubiera tardado aún más en concretar un análisis, y es que “El innombrable” pareciera no tener comienzo ni final, tan sólo un desarrollo narrativo absolutamente relativo, el cual nos sumerge en la resuelta prospectiva del protagonista que, basado en un existencialismo cómico, estático  y absurdo, nos ensambla en un enorme universo totalitario ideado en un soliloquio consigo mismo, buscando sin una intención de encontrar la razón de una existencia clara. El personaje no tiene nombre, ni forma, ni identidad siquiera, y a lo largo de la novela va adoptando máscaras representativas de otros personajes ya perfilados de Beckett en un pasado, (tanto en sus obras de teatro, como en sus cuentos y novelas). El protagonista es Molloy, pero también es un tal escritor Mahood y un extraño llamado Worm, y así va utilizando distintas personalidades, como si se tratara de un personaje hibrido, tratando de adaptarse a un entorno subterráneo, inconsciente y a la vez consiente, asegurando que él es sin saber qué, pero convencido de su existencia. Como si se tratara de un simple pensamiento el cual formulará toda una vida; una masa gris que limitada a observar su entorno, a través de simples métodos empíricos del conocimiento. Beckett demuestra la genialidad a través de un grito desesperado de existencia, con una obra tan sorprendente por su profunda noción del “Yo soy”, mientras se pregunta sin preguntar: ¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora?, cuestionamientos clásicos de la filosofía universal, tratando de esclarecer la sombra de un existencialismo raquítico que dejó arrastrando la segunda guerra mundial en toda Europa. “El innombrable” última de una trilogía de novelas que el autor publico allá a inicios de los años 50´s. Muy recomendable. 



Lucas Luján

jueves, 8 de abril de 2010

Recuerdo de un gigante




[Boris Vian 1920 – 1959]


“Mientras exista un lugar en el que haya aire, sol y hierba, tenemos la obligación de lamentar no estar allí, sobre todo si somos jóvenes”


Homenaje:
─La hierba roja─


Homenaje de Lucas a Boris Vian




jueves, 1 de abril de 2010

El sueño de la sed


Era si no diariamente por lo menos dos o tres veces por semana soñar lo mismo, así sucedió durante casi un mes. Rogelio Alvares quien fuera cónsul de Villareal, soñaba con un enorme monolito de piedra erigido en medio de un desierto de arenas rojas, se trataba de una enorme cabeza mirando siempre hacia el oriente. Recordaba con exactitud, que había escuchado ─en otro sueño adjunto─ la historia de que dicha cabeza no era sino una pequeña parte de una verdadera estatua que permanecía enterrada del cuello hacia abajo. La cabeza apuntaba al oriente, como vigilando el nacimiento del sol, y a su declive, el gigante cobraba vida y caminaba como los hombres; con los brazos arriba, pareciendo sostener el cielo hasta el amanecer, entonces la enorme estatua volvía a enterrarse en las arenas dejando descubierta únicamente su cabeza. La pregunta era: ¿Qué hacía Rogelio Alvares frente a aquella escultura? Rogelio al preguntarse esto era presa de una tremenda sed, entonces daba media vuelta como por instinto y mirando hacia el oriente se topaba con una puerta, la cual cruzaba, cayendo en cuenta de que siempre era la entrada a su casa; los mismos muebles, la misma decoración y si subía a su habitación hasta su misma esposa lo esperaba en la misma cama. Entonces despertaba sobresaltado, con la boca seca y bañado en sudor. Y siempre así, casi del diario.

Rogelio nunca había hablado de su sueño con nadie, a veces se le olvidaba, otras veces simplemente le era inane y vulgar contar sus sueños a la gente. Pero tanto fue su hostigamiento, que una noche, antes de dormir, le contó a su esposa el episodio. Su esposa sin sorprenderse le dijo: «Pues toma agua antes de dormir», pero Rogelio, insatisfecho y algo desilusionado por la respuesta de su esposa, pensó que en realidad su matrimonio ya no los entusiasmaba como antes.

Aquella noche durmió y soñó con el desierto, pero ahora las arenas eran azules y se levantaban contra un viento denso y frío. No había pasado mucho tiempo cuando sintió un terremoto bajo sus pies, muy lejos de ahí, la estatua emergía de las arenas como quien trepa una barda muy alta, y una vez libre, la monstruosidad levantó los brazos y comenzó a caminar dificultosamente, pero sus zancadas eran tan largas que equivalentes a un kilometro no dio tiempo a Rogelio de siquiera temer. Desesperadamente, Rogelio corrió en desbandada, percatándose de que era hacia el oriente a donde se dirigía. En cuestión de diez pasos, la estatua casi le dio alcance y Rogelio buscó la puerta, esperando que en cualquier momento se abriera y pudiera entrar a su casa, pero no sucedió. Una sed y un cansancio insoportable lo asaltaron a causa de aquella persecución instantánea, fue entonces cuando se dio por vencido, detuvo el paso y lo último que vio a su alrededor fue convertirse de azules a negras las arenas del desierto. En ese momento, cuando estaba a punto de ser aplastado por el coloso y el peso del cielo a su vez, cerró los ojos y deseó volver a casa, ¡Despertar!, pero Rogelio Alvares, cónsul de Villarreal, jamás volvió a abrir los ojos ni en vida real.



Lucas Luján




jueves, 25 de marzo de 2010

Frase Lucas


“No conocerse a uno mismo suele ser la peor de las condenas humanas”




Lucas Luján

jueves, 18 de marzo de 2010

Recuerdo de un gigante


[Marcel Proust 1871 - 1922]


"Sólo se ama lo que no se posee totalmente"


Homenaje:
─Por los caminos de Swann─



Recuerdo de Lucas Luján a Marcel Proust