miércoles, 9 de junio de 2010

Crítica de “El innombrable (Samuel Beckett)”




Si se pudiera comenzar por algún lado la descripción de este libro, hubiera tardado aún más en concretar un análisis, y es que “El innombrable” pareciera no tener comienzo ni final, tan sólo un desarrollo narrativo absolutamente relativo, el cual nos sumerge en la resuelta prospectiva del protagonista que, basado en un existencialismo cómico, estático  y absurdo, nos ensambla en un enorme universo totalitario ideado en un soliloquio consigo mismo, buscando sin una intención de encontrar la razón de una existencia clara. El personaje no tiene nombre, ni forma, ni identidad siquiera, y a lo largo de la novela va adoptando máscaras representativas de otros personajes ya perfilados de Beckett en un pasado, (tanto en sus obras de teatro, como en sus cuentos y novelas). El protagonista es Molloy, pero también es un tal escritor Mahood y un extraño llamado Worm, y así va utilizando distintas personalidades, como si se tratara de un personaje hibrido, tratando de adaptarse a un entorno subterráneo, inconsciente y a la vez consiente, asegurando que él es sin saber qué, pero convencido de su existencia. Como si se tratara de un simple pensamiento el cual formulará toda una vida; una masa gris que limitada a observar su entorno, a través de simples métodos empíricos del conocimiento. Beckett demuestra la genialidad a través de un grito desesperado de existencia, con una obra tan sorprendente por su profunda noción del “Yo soy”, mientras se pregunta sin preguntar: ¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora?, cuestionamientos clásicos de la filosofía universal, tratando de esclarecer la sombra de un existencialismo raquítico que dejó arrastrando la segunda guerra mundial en toda Europa. “El innombrable” última de una trilogía de novelas que el autor publico allá a inicios de los años 50´s. Muy recomendable. 



Lucas Luján