«Para mí, la improvisación en todos sus medio expresivos, es confrontar una obra contra nuestra alma, intentando alcanzar la perfección estética de ambas»
Si bien se puede ver, “El catillo”, es una clásica obra kantiana, reconoce a la perfección la embrutecedora prosa que denota su autor en el ámbito de la novela. Una obra interpretada en muchas ocasiones como una paradoja social, revelando el absurdo que se vive en el mudo moderno, escaso ya de valores y encarcelando por su propia voluntad al espíritu humano. K., el personaje protagonista, se desenvuelve dentro de ese mundo satirizado en una hipérbola existencial: Una noche llega a un misterioso pueblo a ejercer el trabajo de agrimensor, el cual no se requiere en ese lugar. Esta circunstancia provoca que K. desee desentrañar la razón de su contrato, y conocer a los altos mandos que lo dirigen desde arriba, en el castillo que gobierna el pueblo; entrevistarse con esos seres que a veces se sospechan inexistentes para así saber la razón exacta de su estadía ahí. Sin embargo, como en una gran empresa, nunca se sabe para quién se trabaja y K. se ve expuesto como un subordinado inconforme el cual, por más que solicite e insista una entrevista con sus jefes, jamás logra conocerlos. Llegando hasta el punto en que, un día caminando, decidido de llegar al castillo, este parece alejarse con cada paso que da. Kafka refleja una realidad oscura y siniestra a través de una historia contundente, dándole a la novela un toque pre-surrealista que años después, muchos otros poetas y pensadores adoptaron como punto de partida para sus propias obras. Kafka nunca concluyó esta novela, debido a eso, no tiene un final claro. Yo creo que no necesita de un final, es más, el final para esa genialidad no existe. Un libro fascinante, extraño y en exceso reflexivo, un clásico de la literatura universal. Recomendable para todos.