Mañana por la tarde dibujaré pútridos para árboles solares, floreceré como engendro prodigioso del sereno y tierra. Se cumplirán mis deseos: abrir submundos bajo mis pies, tocando el clarinete del césped y sus maravillas envolventes. Durante el crepúsculo un pajarito verdeazul comerá migajas de pan en mi mano, esperando el ocaso quebrándose como las gladiolas. Junto a la omnipotente fuente de Marinetti saborearé un hirviente helado de pistache, placentero pronóstico de la velada; mi conciencia no sabrá nada. Cuando la noche sea fetal habrá de llegar el momento de pintar, superando mis pútridos: señoritas desnudas corriendo entre los prados, siendo llevadas por señores pingüinos de la mano. Dibujaré ancianos dándoles de comer lombrices a sus nietos, besando sus labios, dibujaré amantes sobre las sombras, mutilándose los miembros; carcomidos por los celos. Yo, junto al pajarito verdeazul, sublevaremos todo sentimiento de resguardo, aborreceremos las mencionadas escenas, ninguna digna de un cuadro, tan sólo de un bosquejo. Llegará la hora de retirarnos y regresar en paz a la madre tierra.
Pasado mañana por la mañana el pajarito verdeazul será mi madre.
Lucas Luján