Y cuando despertó se dio cuenta ─con decepción─ que aún seguía acurrucado en el curul, escuchando a otro sujeto en el estrado proponiendo las mismas estupideces para sobrellevar su nación.
Serpiente albina que de los montes descendiste como las aguas del Ayaquemetl, inundando nuestras conciencias de sabiduría forjaste nuestros deseos en un imperio. De ti supimos beber dichas aguas sin imprudencias ni restricciones. Ahora te has ido, y tu sagrado nombre, indigno de mención, se ha convertido en un recuerdo solamente; dinos como salir de este tormento, cuando las aguas del Ayaquemetl ya no corren, cuando el lago de Texcoco se ha incendiado hasta que sus aguas se convirtieron en arenas solidas. Dinos como recuperar la deslumbrante fuerza de tus augurios, de tus materias soñadas como el oro y el ocote aromático. Hoy que nuestro hijos mueren y los ahogamos en las aguas del Ayaquemetl con la razón de la esclavitud y la salvación. Los templos que imaginaste alguna vez fueron incendiados, perros gigantes pisotearon a nuestras familias, y tus hijos fueron violados hasta convertirlos en otra raza para la que nuestro lenguaje es penoso, tan pesado como una vergüenza milenaria. Serpiente albina, que ya no te vemos, que ya no te escuchamos, esperamos la leve caria de tu piedad, ahora que ya no estás, quizás como la esperanza nunca existió para nuestros guerreros frente al relámpago asesino de los hombres de acero. ¡Dinos dónde estás! ¡Donde encontrarte si en las plegarias nos lastiman! Si la desesperación ha pasado a ser parte de notros como religión y compañera de futura vida. ¡Serpiente albina! ¿A donde te fuiste que ni los cinco soles te delataron? Hoy que los hombres se cansaron de mirar al cielo. Hoy que los vientos se diezmaron en una plegaria tardía. Hoy que ya es inútil tu regreso.
“Pienso que la poligamia es una propiedad esencial de la humanidad, un escalafón más cercano a la posible perfección humana, al que muchos de nosotros no tenemos acceso por simple naturaleza”.