No había noche que no la soñara: Él la violaba. Podía sentir el sangrado tibio entre sus piernas, mezclado con el líquido semental, ambos escurriendo entre ellas. La mordía rodeando su oreja, y con aliento fétido de muerte le declaraba palabras obscenas. Gritó un par de veces. Nada. Manoteó, rasguñó los testículos. Nada. Deseaba que todo concluyera entre desgarradores gemidos, entre dolor y humillación; tres parpadeos. Se sentía una perra, presa de una sucia pesadilla; así fue. Cuando despertó de un sobresalto y sudando en exceso, todo había acabado. Corriendo, y aún llorando, fue hasta la cuna donde dormía su recién nacido, y como cada noche, no halló otra cosa que la viva imagen de su violador teniendo un sueño tranquilo.
Lucas Luján
interesante tu escrito :)
ResponderEliminarrediseñaste tu blog.Tiene buena pinta
a quedado chulo
saludos