El ruido y la discusión comenzaron a discutir haciendo tanto ruido que de momento se olvidaron de la palabra, quien al percatarse fuera de la discusión y en medio de tanto ruido, luchó desesperadamente por recuperar esa hegemonía perdida durante la prolongada discusión. La palabra ya no era percibida; sólo gritos y discusiones. Se levantó de su silla dando un golpe estrepitoso sobre la mesa y gritó, llamando la atención de los presentes: “¡Pido la palabra!”, sin embargo, y en efecto, la palabra ya no tenía nada que decir, su inexistencia ya era justificada. El ruido y la discusión reanudaron lo suyo, anulando definitivamente toda palabra del concepto comunicatorio en el orbe.
Dos horas después estalló la guerra lingüística en Castellania.
Lucas Luján
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