miércoles, 19 de agosto de 2009

Percepción



Stephen Macfloyd en una de sus tantas desventuras de escritor, quiso escribir un cuento positivista, que dejara rasgos idealistas en cada una de sus frases. No lo logró, jamás lo conseguiría, era como ir en contra de toda ideología personal. Dejó aquel cuento sin final.
Revisando después sus obras completas, percibió que todas ellas eran monstruosas, y que la fama en ellas yacía en su sentido decadentista. Ya no había retroceso, quizá nunca lo hubiera habido, es decir, el auge de sus relatos era siempre la miseria, su miseria, desconsuelo y nihilismo voluntario. Y así, aquel día se pregunto: «¿De no haber escrito sino positivismo, qué habría sido de mí?» Al instante rió, y se respondió: «No habría siquiera escrito, todo es como debe ser». Semanas después murió, dejando sobre su escritorio aquel cuentito positivo y de personajes rectos y moralistas, el cual, los expertos y críticos de su obra tacharon como apócrifo.
Años después se público, como algunas obras de Kafka; inconcluso, pero a su nombre, tachado como el peor de sus intentos por escribir un cuento.
La verdad es que cuando dicho cuento llegó a mis manos y lo leí, revelé que el intento inútil de Stephen era probarse en aquel campo de los valores bien conllevados, sólo eso, nada especial ni definido. Por supuesto, falló.
Ahora soy de la idea que aquel cuento, al cual tituló “Percepción”, no es malo, tampoco apócrifo, ya que está firmado por sus iníciales, sólo está bifurcado, un patito feo entre sus obras. Irónicamente feo, ya que el inicio y desarrollo conllevan un sentido realmente alentador y positivo de cómo ver la vida.



Lucas Luján





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