domingo, 7 de marzo de 2010

A contraluz



Mi sombra se ciñe en el camino al compás de mis vigilias, se adelanta, después se retrasa, y termina recostándose sobre las flores y las enredaderas y los botones y las gamas solares; trepa por la verjilla cuando ella llega primero y el sol después y de ahí salta al nogal que posa frente al patio, después yo adelanto el paso y llego atrás de ella; mucho tiempo después que el ocaso. Mi sombra es el poniente: Se aferra a mi alma por las tardes, cuando el día mengua con las flores, cuando el augurio de la noche regresa y el barro del estanque se incinera. Me escalda las piernas, aprieta sus grilletes una vez dentro de casa: cada rincón, cada mueble, cada pasillo son testigos de su siniestra belleza que pontifica mi presencia. Mi sombra hasta entonces me es tan clara, ahí, de frente, estampada en la pared donde nada prevalece, excepto el testimonio que les cuento. Ahora lo sé, mi sombra es la peor de mis condenas.


Lucas Luján

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